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IRÓNICA ENÉSIMA REFORMA INDÍGENA Y “AFROMEXICANA”

Crónicas de la ínsula/ Cuauhtémoc Blas

 

La broma es expresión de lucidez y crítica; la ironía supone burla y sarcasmo. “Expresión que da a entender algo contrario o diferente de lo que se dice”, según la definición oficial. Nos sirve para entender las debilidades de nuestros indigenistas-afromexicanistas-arribistas. De lo que hay numerosos testimonios. 

 

Es ironía festejar el Decreto por el que se reforma, adiciona y deroga el artículo 20, de la Constitución en materia de pueblos y comunidades indígenas y “afromexicanos”. 

 

Ironía cuando los asesinatos de indígenas defensores de su territorio son imparables. 

 

Ironía cuando los desplazamientos forzados de comunidades se incrementan. 

 

Ironía cuando crece la emigración en busca de trabajo para sobrevivir.

 

Persiste la añeja simulación desde que el Estado tomó como símbolo de mexicanidad al indígena. Abundan discursos, leyes y decretos, pero esos mexicanos siguen tan pobres como siempre. No hay nada más fácil que redactar leyes que luego incumplen. Ahí están las falsas consultas del mercenario INPI (Instituto Nacional de Pueblos Indígenas).

 

“¡Afro qué!, nosotros somos Negros” 

 

El indigenismo oficial y oficioso sigue con sus éxitos. Ahora, para acrecentar el número de indígenas han “etnificado” a los negros de la Costa Chica como “afromexicanos”. Ellos no caben en la definición de etnia, ni la necesitan, son un importante grupo de mexicanos. Deben ser visibilizados y apoyados, como otros pobres y marginados del país, eso sí.

 

¿A los descendientes de los franceses que quedaron después de su derrota militar en el Istmo de Tehuantepec en 1866, asentados en las poblaciones de El Espinal-Ixtepec y Unión Hidalgo, los vamos a llamar galomexicanos

 

“Afromexicano” es una palabra inexistente en los diccionarios de la Real Academia de la Lengua Española (RAE) y de Mexicanismos, copiado del discriminatorio estadunidense afroamericano y adoptado por la academia acrítica de México. Habitantes de la Costa de Oaxaca de plano dicen desconocer este concepto y sostienen que ellos son “negros”. Lo que, por lo demás, está arraigado en sus expresiones culturales: 

 

Soy el negro de la Costa 

de Guerrero y de Oaxaca

no me enseñen a matar

porque sé cómo se mata

y en al agua sé lazar

sin que se moje la reata

 

Esta chilena de Álvaro Carrillo recoge el gentilicio general de los costeños: negros, así como su índole guerrera que viene desde los tiempos de la fuga de los esclavizados en busca de la libertad en tierras lejanas, aun bajo aquel cimarronaje.

 

Cantaba el negro más pinto

Una chilena de rango…

Montado en un cuaco brioso

Pajarero y bailador

Sale un negro trovador

Arrogante y palabroso

 

El poeta Efraín Villegas Zapata, deja su testimonio de que los negros son llamados así, así como ellos mismos se denominan con naturalidad. 

 

No llores negra no llores no

No llores chata que aquí estoy yo

Si tú te mueres me muero yo

No llores negra no llores no

 

Chanta Vielma Clavel, el gran trovador de Pinotepa Nacional, también le compuso a sus negras o morenas. 

 

Simulación, demagogia, autoadscripción 

 

En 2015 cubríamos el XVI Encuentro de Pueblos Negros a la orilla del mar, en El Azufre, Tututepec, cuando acudimos a refrescarnos a un depósito de cervezas, en cuya sombra de sus árboles departían unos señores. 

 

  • ¿Por qué ustedes no están en ese gran Encuentro de Afromexicanos?, preguntamos.
  • ¡Afro qué!, nosotros somos Negros, respondió uno de ellos visiblemente molesto. 

 

Quedó claro que ellos no eran afros ni acarreados a Encuentros.

 

Hay quienes plantean devolver las raíces africanas a sus descendientes, cuando los negros de la Costa Chica ya casi nada tienen que ver con África, son tan mexicanos mestizos como cualquiera, este es su espacio cultural desde hace siglos. Lo otro es discriminarlos como hacen los gringos: no son americanos del todo, son afroamericanos. ¿Acá, no son mexicanos del todo?

 

¿Qué ganan los negros costeños de hoy con ser remitidos a aquella dura época del siglo XVI? Olvidar ese terrible pasado parece lo mejor. Jorge Luis Borges dijo: “El olvido es el mejor perdón y la mejor venganza”. Sobre todo, cuando ya tienen indubitablemente su país.

 

Los activistas (algunos terminan de diputados) quieren echar atrás las ruedas de la historia. Cuestión aparte es el trabajo de los buenos historiadores que dan luces sobre el tema. 

 

En esta simulación permanente, para que la retórica de grandes reivindicaciones de los gobiernos no acabe, han inventado el concepto de “autoadscripción” a un grupo étnico o “afromexicano”. Con esto puede ser diputado cualquiera que se diga indígena o “afro”.

 

León Portilla: la cultura se desarrolla en un ámbito espacio-cultural

 

Esta postura que solo atiende la preferencia étnica de cualquiera sin considerar su contexto y cultura, es arbitraria. El maestro Miguel Léon Portilla, en una de sus últimas aportaciones definió con sencillez, pero con su autoridad intelectual, el concepto de cultura y su espacio.

 

“Al tema de los pueblos que pueden llamarse de cultura originaria, es decir los que, en muy diferentes contextos, han mantenido durante siglos conciencia de su identidad étnica en la que consideran es su tierra ancestral, hablan su propia lengua y viven, actúan y piensan de acuerdo con sus propias tradiciones… La cultura -como una planta- se desarrolla en un ámbito espacio-cultural”. (México y América Latina, Edit. El Colegio Nacional, pp.22-23).

 

Todo lo contrario de la inasible autoadscripción: la identidad étnica necesita su ambiente de su espacio. Minucias para los indigenistas políticos y activistas, en ocasiones disfrazados de académicos, obstinados en sus intereses.

 

Deberían ocuparse de crear una metodología para la verdadera reivindicación de los indígenas y negros: su crecimiento y satisfacción económica en su “ámbito espacio-cultural”. Recordemos al viejo Marx: Sin igualdad económica no hay igualdad jurídica. 

 

Hay algo de recreación en la simulación que se vende al Estado para sus justificaciones políticas. Embadurnar de negro intenso a los jóvenes mestizos de la Costa es grotesco. Lo de ellos son las chilenas, el baile de los diablos, sones de artesa y otros bailables mestizos. 

 

No se propone acá negar una de las raíces del mestizaje de los costeños de hoy, la de África, pero ese mestizaje también contiene las raíces indígenas, la de España, filipinos y otras que se mezclaron en este país y que ha dado forma al mexicano. Sin duda con la evidente preponderancia de la notoria tercera raíz.

 

Hay quienes se preguntan, ¿cómo inventar una identidad borrada?

 

La invención de una nueva tradición, en la perspectiva de Hobsbawm y Ranger, sería a destiempo y muy forzada en este caso, innecesaria y rechazada en buena parte. Ejemplo exitoso de una nueva tradición, fue la invención de la Guelaguetza el siglo pasado (1931-1932), adoptada con entusiasmo por todos los oaxaqueños.

 

No hay autonomía sin territorio

 

Se entretienen con entelequias para no acometer lo esencial: el territorio. No puede haber autonomía sin territorio. Una gran omisión de la aludida Reforma de pueblos y comunidades indígenas y “afromexicanos”, es que no se establece que los pueblos son dueños de su territorio. Apenas una alusión a ese tema en el inciso VIII: “Conservar y mejorar el hábitat, y preservar la bioculturalidad y la integridad de sus tierras (…) de conformidad con las disposiciones jurídicas aplicables en la materia”. 

 

“Preservar la integralidad de sus tierras”. ¿Qué es eso?, no está claro, lo que sí dejan claro en ese mismo inciso es “de conformidad con las disposiciones jurídicas aplicables en la materia”. Disposiciones del derecho positivo, no de la jurisdicción indígena, claro está. 

 

Dejan la puerta abierta para que prosiga el despojo a esos pueblos, con la represión y asesinatos de los defensores de la tierra, siempre impune. Organizaciones de derechos humanos y defensa de persona indígenas, nacionales e internacionales han alertado: 

 

“No es la iniciativa que resultó del proceso de foros organizados por el INPI y que se entregó al presidente de la República el 28 de septiembre de 2021, en la que se incluía la reforma a 15 artículos de la Constitución (…) es una propuesta reducida, un texto que sólo modifica el artículo segundo constitucional, que efectivamente reconoce a los Pueblos Indígenas como Sujeto de Derecho Público, pero que deliberadamente deja fuera elementos fundamentales como el derecho al territorio de los pueblos indígenas”.

 

La ironía de defenderlos en puro papel

 

En esos días de fiesta legislativa, organizaciones civiles lanzaron un manifiesto sobre la crisis humanitaria en comunidades indígenas: “Alrededor de 110 indígenas desplazados en Michoacán y 251 en el municipio de Guadalupe y Calvo, Chihuahua. En Chiapas en 2024, tan sólo en los municipios de Frontera Comalapa, Siltepec y Chicomuselo hubo 8 mil 190 personas desplazadas”. 

 

Aguda ironía velar por esos pueblos en el puro papel, mientras en la vida real los maltratan y asesinan. Leyes, reformas, declaraciones, discursos: la eterna simulación de todos los gobiernos y políticos en el poder en todos los tiempos.

 

Y los diputados (as) por esas minorías indígenas y “afromexicanas”, nada dijeron, nadie subió a la tribuna a tronar contra esa ironía. Activistas sometidos (as) en pos de sus curules. Atrás quedó el ministerio del cura Glyn Jemmott, iniciador de la defensa de los derechos humanos de los negros de la Costa Chica. Simiente de rentable utilidad política hoy. 

 

Privilegios que los oportunistas buscaron en el régimen pasado y hasta ahora lo lograron con MORENA: diputaciones, cargos en Asuntos Indígenas, poder, recursos…

Ahora les interesa asegurar sus cuotas; ya fue diputado federal el “afroguerrerense” Sergio Peñalosa, y ahora le tocó a la “afrooaxaqueña”, Rosa María Castro. Han dejado claro que no están ahí para defender a los pueblos. Aguda ironía.

 

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